Organizar las fiestas

Ahora que estamos en época festiva, vuelve el dilema…
¿debe el Ayuntamiento organizar las fiestas de Laviana?

Una opinión muy extendida es que la iniciativa de las fiestas de los pueblos debe partir de los lugareños, mediante la constitución de asociaciones culturales, como marca la Ley; a partir de ahí el Ayuntamiento debería de estar dispuesto a ofrecer ayuda y apoyo con programación cultural complementaria.

El Ayuntamiento no debe pues organizar fiestas, como viene haciendo estos años en Laviana, de lo contrario debería organizar todas las de todos los pueblos del Concejo. Es comprensible que la nueva Ley de asociaciones dificulta el funcionamiento tradicional de las Comisiones de Festejos, pero por otro lado debe reconocerse que está bien porque da acceso a subvenciones públicas y municipales, al tiempo que fiscaliza las cuentas.

Las Comisiones de Fiestas formadas por una o pocas personas, pueden ser operativas pero no son buenas, eso lo reconoce también todo el mundo y en Laviana, las decisiones son casi unilaterales y personales. La organización debe de ser plural. También es comprensible que resulta costoso y duro trabajar para los demás, pero si se quieren fiestas tiene que ser así. Entiéndase que desde aquí va todo nuestro apoyo y reconocimiento hacia las personas que participan en la organización de festejos, pero si la gente quiere fiestas y flexibilidad para la organización deberán poner algo de su parte.

Va siendo hora de que la Acción Cultural y el acceso a la Cultura sea un bien público valorado como lo es la Salud o la Educación. Con respecto a “tutelar las fiestas”, todas las comisiones de Fiestas del Concejo deben buscar fórmulas de funcionamiento y alternativas. Los ciudadanos no sólo deben de ejercer la crítica, sino también ejercer la autocrítica.

La función de los agentes culturales dependientes del Ayuntamiento es apoyar, motivar, nunca dar las cosas hechas; y es que por si fuera poco, siempre están al mandato de lo que dispongan los políticos. La gente debe de aplaudir y también exigir a sus responsables políticos, no a los empleados.